Hacerse la prueba de VIH se volvió más esencial conforme se disponía de nuevos tratamientos. Lanzada al mercado en 1987, la azidotimidina (AZT) era un potente medicamento que frenaba el avance del VIH hacia el sida; pero el tratamiento solo daba resultado si la infección se detectaba oportunamente. Carteles como este subrayaban la importancia de hacerse el examen, en específico para que fueran una opción tratamientos como AZT.